Sólo lo tengo 24 horas

Entre los varios sueños que me visitaban ayer noche, este fue lo más problemático. Perderme, tranquilo; sufrir una pequeña accidente de coche, aguanto; llamar a casa, encuentro mi pareja cansada, sin tiempo hablar conmigo, está bien, está bien.

Pero cortando esta paisaje cinemática, como la voz del narrador, unos pocos palabras: “Tienes veinte-y-cuatro horas para vivir. Disfruta-las.”

Lo que pasa en el sueño es tan real. Quién estaba hablando? Dios, ángel, diablo? Tengo veinte-y-cuatro horas. Se ha hablado. Puede ser?

Pregunta. Si tengo solo un día más en este piel, debería cambiar mis planos? Que necesito hacer, que aún no hice, quién necesito llamar?

Estoy contento informar que primero, continúo vivo — pues un ser nuevo está esperando al portal, algunas pocas semanas lado de allá de este mundo, un tercer hijo listo a encontrar con sus hermanos — y segundo, no cambié mis planos, pasé el día exactamente como yo quería, se fuera el último de mi vida.

Δ  Δ  Δ

Despertamos temprano, planeando salir de la ciudad, para descubrir algo nuevo de las regiones campestres de Catalunya. Con un coche emprestado, había una gran cantidad de opciones: la costa brava, las montañas sagradas, Penedès o Empordà en las regiones de viticultura, los pueblos ocupados y recuperados por comunidades alternativas… teníamos ganas de conocer Montseny, un región montañosa al norte de Barcelona, y siguiendo un impulso (o un tirón del frente) allá fuimos.

Llegamos: Sant Esteve de Palautordera, una aldea a los pies de las montañas. Pedimos café cortado en un restaurant-libraría, y los saboreamos en la terraza soleada, mientras que las hojas del otoño cayeron, mirando los niños corriendo en el parque al lado. Caminamos por las calles del pueblo, las familias con sus paseos (esta, nuestra, también), los niños y niñas gritando o cantando, la tierra al rededor cultivada, los olores del suelo y del viento suaves, los rostros de los peatones sonrientes y serenos. Domingo en la zona rural.

sant esteves de palautordera - 1   sant esteves de palautordera - 2

Todo tan verde, en comparación tan verde. Regresamos al carro y seguimos la estrada, que empezó a enrollar entre colinas siempre más altas. Luego entramos en el Parque Natural de Montseny — kilómetros y kilómetros de montañas y sus valles acompañantes (o el inverso: las valles, y montañas formadas por sus orillas), con unos hilos de asfalto conectando este pueblito aquí, con aquel allá, curva tras curva, nada recta en está tierra de contornos, de subidas y bajadas, de rayos ocultos y sombras profundas. Es imperativo que se va despacio. Mejor que imperativo, es forzado: y nosotros, con ninguna necesidad de llegar en un lugar, a cualquier hora, encontramos múltiplos motivos de parar.

r-camino de montseny - 5

Δ  Δ  Δ

Paramos investigar un camino de tierra. Las flores del níspero aun fragantes, pájaros cantando o de repente silenciosos (su silencio tan notable como su canción, una sombra sonora de mi presencia, que levanta cuando he pasado); un destello de color en las ramas — caquis maduros — y la voz casi subsónica de una corriente abaja encubierta.

Paramos. Claro que paramos, y encontramos una riada, que alimentaba la corriente. Nos sentamos para meditar, si meditar es una palabra adecuada. Sentamos y cerramos los ojos, que los frutos de la paisaje mejor llegan al ser.

r-camino de montseny - 2

r-camino de montseny - 1

r-camino de montseny - 3

Hay algo precioso en no tener una meta. Es recomendable, si tienes apenas 24 horas de vivir, pues entra en un estado de escucha. Los pensamientos no gritan tanto, sus deudas no lo agarre con tanta fuerza y el momento, que normalmente es descartable, se convierte en la única cosa que tiene valor. Un milagro en tus proprios manos.

Δ  Δ  Δ

Qué más? Pasamos por Seva, el ponto “B” del camino curvilinear A..B de Montseny. Visitamos Viladrau, pueblo pintado en las laderas de las montañas, y hogar de un amigo de trabajo. Optamos no entrar en Espinelves, aldea pequeña que fue inundada por turistas regionales, pocas casas ahogándose en un mar de coches. Y regresamos a Barcelona, frenando el carro para Sant Celoni, donde pasamos por las calles llenas de fiesteros celebrando la llegada de Navidad.

r-viladrau - 1

Puede ser que sea cosa buena, de vez en cuando, imaginar que su vida ha llegada al fin. Aporta una angustia repentina, que puede iluminar sus motivos y sus movimientos, si estás prestando atención. Si no estás… mm, lástima. Tal vez mejor comenzar, pues caramba el tiempo vuela.

Para mi, hoy, qué alivio, reconocer que todas las cosas que quería hacer antes de aquel día — y por favor, que sea en el futuro distante — ya estoy haciendo, en compañía tan agradable, tocando y mirando las cosas cotidianas como se fueran joyas…

Y así, joyas son.

viladrau - 2

Digiprove sealCopyright secured by Digiprove © 2015